La suspensión de la reforma de pensiones de Francia desata debate político

Francia ha suspendido su reforma de pensiones, una medida criticada como un importante renunciamiento económico. Los editoriales destacan que esta decisión, vinculada al presupuesto de 2026, sacrifica a las generaciones más jóvenes por cálculos políticos a corto plazo. Las comparaciones con Portugal, Italia y Argentina resaltan opciones más audaces en otros lugares.

La suspensión de la reforma de pensiones de Francia, anunciada recientemente, se produce en medio de tensas discusiones presupuestarias en la Asamblea Nacional. En un editorial de Gaëtan de Capèle en Le Figaro, publicado el 27 de octubre de 2025, esta decisión muestra cómo Francia se desvía de las reformas exitosas en antiguos países problemáticos de la eurozona como Portugal e Italia. Estas naciones lograron resultados brillantes mediante una fiscalidad atractiva, recortes en el gasto público y reducciones en el número de funcionarios – exactamente lo opuesto al camino de Francia.

Los observadores extranjeros, nota de Capèle, observan con incredulidad cómo un país otrora próspero declina. La política nacional ahora se reduce a «cálculos de tendero», favoreciendo la demagogia sobre riesgos como la disolución o el fracaso en 2027. En contraste, el excéntrico Javier Milei de Argentina aseguró una victoria electoral a pesar de duras medidas económicas, demostrando que el coraje político puede dar frutos.

Otras voces, como la de Édouard Tétreau, llaman a esta suspensión «el último clavo en el ataúd de nuestra economía». Thierry Breton, excomisario europeo, la ve como otro renunciamiento en la historia francesa, como detalla en su libro Les Dix renoncements qui ont fait la France. Los socialistas, liderados por Olivier Faure, impulsan impuestos a los ricos, como el «impuesto Zucman», durante la revisión del proyecto de ley de finanzas de 2026.

Estos editoriales destacan un consenso crítico: la medida impondrá nuevas contribuciones a empresas, trabajadores y jubilados, agravando la deuda y erosionando la confianza de los inversores. Así, el primer ministro Sébastien Lecornu cede a los caprichos de los diputados socialistas para evitar la caída de su gobierno, a expensas del interés colectivo.

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