Una columna de opinión en El Mundo cuestiona el fenómeno de personas que, tras asistir a terapia, diagnostican a otros con trastornos como el narcisismo. La autora comparte anécdotas personales para ilustrar cómo esto genera juicios injustos. Argumenta que solo los profesionales deberían hacer tales evaluaciones.
En una columna publicada el 21 de octubre de 2025 en la sección de Cultura de El Mundo, titulada 'No podemos ser todos narcisistas', la redacción de Irene Cuevas y Nacho Vigalondo explora el auge de 'psicólogos aficionados'. La pieza comienza con una anécdota: un amigo tuvo una comida en el restaurante Señor Martin, donde pidieron pargo, y su socio le diagnosticó narcisismo.
La autora describe un fenómeno cultural donde personas que acuden al psicólogo se sienten expertas. Por ejemplo, una amiga que aprendió sobre represión prefiere la terapia sistémica a la cognitiva-conductual y lo afirma con 'la certeza de cien mares'. En otra historia, la columnista confiesa a una amiga vegana su culpa por amar a los animales pero comer carne roja; la respuesta es: 'Claro, tienes disonancia cognitiva'.
Se menciona que un amigo consultó síntomas de narcisismo con familiares en Murcia. La empatía surge del instinto de quienes hacen autocrítica: 'Si yo estoy haciendo el esfuerzo de hacer autocrítica y odiarme a mí mismo, ya podrías hacer tú lo mismo, hijo de puta'.
La autora, que recomienda la píldora anticonceptiva para dolencias variadas pese a sus riesgos, nota que hoy más gente va al psicólogo sin estigma, empoderados. Sugiere volver a la vergüenza o aceptar ofensas como narcisistas. Concluye: 'Pero si no me lo ha dicho mi psicóloga, no me lo digas tú. Porque cabe la posibilidad de que no tengas razón, o peor aún, de que la tengas, y ¿quién quiere enfadar a un narcisista?'.
La columna enfatiza límites en el psicoanálisis mutuo, promoviendo el autodescubrimiento sin juicios ajenos.