Nuevas prospecciones revelan castros más amplios en galicia y asturias

El proyecto HINTERLAND del CSIC ha descubierto estructuras enterradas que extienden la visión tradicional de los castros en el noroeste peninsular. Usando drones, sensores LiDAR e imágenes históricas, los investigadores identificaron fosos, caminos y áreas de actividad más allá de las murallas conocidas. Estos hallazgos, publicados en Archaeological Prospection, cuestionan la idea de que eran simples poblados fortificados.

Los castros, asentamientos fortificados de la Edad del Hierro entre el siglo VIII a. C. y el I d. C., se ubicaban en elevaciones con murallas de piedra y fosos, albergando comunidades agrícolas y ganaderas organizadas en clanes. Tradicionalmente vistos como limitados a sus perímetros amurallados en Galicia, Asturias y norte de Portugal, un nuevo estudio del Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC cambia esta perspectiva.

El proyecto HINTERLAND, dirigido por César Parcero-Oubiña, aplicó teledetección para analizar tres áreas de 2.000 km² cada una. Documentaron más de 2.000 trazas arqueológicas potenciales, incluyendo 30 castros desconocidos. La metodología combinó exploración extensiva con análisis local: imágenes históricas y satelitales para zonas de interés, seguidas de vuelos de drones, magnetómetros y georradares para mapear subsuelos sin excavaciones.

En Coto das Medorras, A Coruña, imágenes históricas y modernas revelaron zanjas concéntricas sugiriendo un sistema defensivo múltiple, ampliando la superficie del yacimiento pese a daños agrícolas. En Montes Claros, también en A Coruña, drones multiespectrales y prospección magnética detectaron un segundo recinto y fosos adicionales, posiblemente para producción o enterramientos. El castro de Alobre, en Vilagarcía de Arousa, mostró tres fosos grandes y estructuras rectangulares en su zona sur, indicando una configuración jerárquica con espacios especializados.

Estos resultados, publicados en la revista Archaeological Prospection, destacan sistemas defensivos más elaborados, como en Castromaior con siete murallas o Cabo Blanco con cinco fosos. Sugieren paisajes modificados con caminos y áreas productivas, reflejando una organización social y económica compleja. Los investigadores planean excavaciones selectivas para confirmar cronologías y funciones, fortaleciendo la comprensión de la Edad del Hierro en el noroeste peninsular.

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