En su diario, el cubano Osmel Almaguer comparte sus dudas sobre la adopción como alternativa para tener otro hijo, mientras enfrenta obstáculos como el miedo de su esposa al parto y su estatus de inmigrantes en Brasil. Él cuestiona si está preparado para amar a un niño no biológico como propio. Un joven adoptado que conoció su esposa inspira su reflexión sobre el amor incondicional.
Osmel Almaguer, de 46 años, y su esposa de 37, ya padres de una hija de 5 años hermosa, desean otro hijo, pero enfrentan barreras significativas. Su esposa teme otro parto tras una experiencia trágica en el hospital Maternidad de Línea en La Habana. Como inmigrantes en Brasil sin residencia, el proceso se complica aún más.
Miembros de su iglesia les han sugerido la adopción, un asunto serio y legalmente complejo. Almaguer se pregunta si se debe desear fervientemente o solo como opción de último recurso. 'No basta con decir: "Oh sí, quiero tener otro hijo, y como no podemos, elegimos uno que no tiene padres"', escribe.
Reflexiona sobre las consecuencias abrumadoras: cambia la vida familiar y la del niño adoptado. Algunos casos salen bien, otros son desastres. Insiste en actuar por amor, preguntándose: ¿Soy capaz de amar a una persona que traigo a mi vida de la nada? ¿La amaré como a mi propio hijo, sin importar las consecuencias? ¿Estoy preparado física, psicológica y financieramente? ¿Lo está mi familia?
Para inmigrantes como ellos, la adopción es aún más difícil debido al largo proceso. Su esposa conoció a un joven abandonado por su madre de pequeño, criado brevemente por su abuela y luego adoptado, pero abandonado de nuevo a los 6 años, viviendo en las calles hasta ser adoptado otra vez. Hoy es una buena persona que trabaja, perdonó a sus abandonadores y agradece a Dios. Él describe la adopción como algo sagrado.
Almaguer, creyente en Cristo, ve a los fieles como hijos adoptados por el sacrificio de Jesús. Cita al joven: 'Adoptar a un niño es amar a un extraño' —y está de acuerdo.