Las facturas de electricidad en EE.UU. se disparan y enfrentan más aumentos
Las facturas de electricidad para los hogares estadounidenses han aumentado casi un tercio desde 2019, impulsadas por la creciente demanda y los costos de infraestructura. Los expertos predicen otro aumento significativo para finales de la década, ya que los centros de datos y la electrificación tensionan la red. Esta tendencia amenaza los presupuestos familiares en medio de presiones económicas más amplias.
En Estados Unidos, los precios de la electricidad residencial han subido un 28% desde 2019, elevando la factura mensual promedio de 113 a 138 dólares en 2023. Esta escalada refleja una confluencia de factores que están remodelando el consumo de energía. La demanda está aumentando debido a la proliferación de centros de datos que consumen mucha energía, impulsados por la inteligencia artificial y la minería de criptomonedas, junto con la creciente adopción de vehículos eléctricos y bombas de calor como parte de los esfuerzos de electrificación.
La PJM Interconnection, que gestiona la red eléctrica para 13 estados del este y el Distrito de Columbia, pronostica un aumento de 2,4 veces en la demanda de electricidad para 2050, en gran parte proveniente de centros de datos. En California, las facturas han subido un 33% desde 2020, mientras que Texas ha visto un aumento del 18% en el mismo período. La infraestructura envejecida agrava el problema; muchas plantas de energía y líneas de transmisión datan de décadas atrás y requieren costosas actualizaciones para satisfacer las necesidades modernas.
Los analistas advierten que el alivio no es probable pronto. "La era de la electricidad barata ha terminado", dijo un experto en energía citado en informes sobre la crisis. Las proyecciones del Laboratorio Nacional de Energía Renovable sugieren que las facturas podrían aumentar otro 28% para 2030, alcanzando potencialmente 176 dólares mensuales en promedio. Las compañías de servicios públicos están trasladando costos de inversiones en renovables, endurecimiento de la red contra el clima extremo y cumplimiento de regulaciones ambientales.
Esta carga cae de manera desigual. Los hogares de bajos ingresos, que ya gastan una mayor proporción de sus ingresos en energía, enfrentan impactos desproporcionados. Los responsables de políticas están debatiendo soluciones como incentivos federales para la eficiencia y subsidios dirigidos, pero el progreso es lento. A medida que los objetivos climáticos impulsan más electrificación, la tensión entre asequibilidad y sostenibilidad se intensifica, con los consumidores atrapados en el medio.
Las implicaciones van más allá de las carteras. Facturas más altas podrían ralentizar la transición a la energía limpia si disuaden la adopción de tecnologías eficientes. Mientras tanto, el crecimiento descontrolado de la demanda arriesga apagones y mayores emisiones si se depende de reservas de combustibles fósiles. Abordar esto requiere una acción coordinada de reguladores, compañías de servicios públicos y empresas tecnológicas para equilibrar la innovación con el acceso equitativo a la energía.