Crece el debate sobre el posible fin de la dominancia del dólar
Durante décadas, los economistas han pronosticado el declive del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, pero los recientes cambios globales están reavivando la discusión. Un análisis de MarketWatch explora por qué esta vez podría diferir de predicciones pasadas. A pesar de las advertencias persistentes, la fortaleza del dólar perdura en medio de alternativas limitadas.
El dólar estadounidense ha servido como la principal moneda de reserva del mundo desde el acuerdo de Bretton Woods al final de la Segunda Guerra Mundial, un estatus que ha sustentado el poder económico estadounidense durante casi ocho décadas. Las predicciones de su caída comenzaron tan temprano como en la década de 1960, intensificándose después de que el presidente Richard Nixon cortara el vínculo del dólar con el oro en 1971, poniendo fin al patrón oro. Economistas como Paul Samuelson advirtieron en ese momento que este movimiento podría significar la desaparición de la moneda, sin embargo, el dólar se recuperó fuertemente en la década de 1980 bajo altas tasas de interés.
A lo largo de los años, pronósticos similares de fatalidad han surgido repetidamente. En la década de 1970, en medio de choques petroleros e inflación, los analistas predijeron el colapso. La crisis de deuda de la década de 1980 en América Latina alimentó más charlas sobre desdolarización. Más recientemente, la crisis financiera de 2008 y el auge de las criptomonedas han añadido al coro. A partir de 2023, la deuda pública de EE.UU. supera los 34 billones de dólares, representando más del 120% del PIB, lo que los críticos argumentan erosiona la confianza.
Lo que distingue el momento actual, según Brett Arends en MarketWatch, son los esfuerzos coordinados de las economías emergentes. La alianza BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— se ha expandido y está persiguiendo activamente alternativas al comercio basado en el dólar. En la cumbre BRICS de 2023 en Johannesburgo, los líderes discutieron una moneda común para transacciones, con el objetivo de reducir la dependencia del sistema financiero estadounidense. La invasión rusa de Ucrania provocó sanciones que aceleraron este impulso, con países como China e India aumentando el comercio bilateral en monedas locales.
"La gente ha estado prediciendo el fin del dólar durante décadas, pero esta vez hay cambios estructurales reales", escribe Arends, señalando la participación decreciente del dólar en las reservas globales. Ha caído de alrededor del 70% en 2000 a aproximadamente el 59% hoy, según datos del Fondo Monetario Internacional. El euro y el yuan chino han ganado terreno, pero ninguno iguala la liquidez o estabilidad del dólar. La fragmentación de la zona euro y los controles de capital de China limitan su atractivo.
A pesar de estas presiones, el dólar sigue dominando en la fijación de precios del petróleo, pagos SWIFT y deuda internacional. Arends nota que no ha surgido una alternativa viable, ya que incluso las naciones BRICS mantienen billones en reservas en dólares. Los rendimientos de los bonos del Tesoro de EE.UU., rondando el 4-5% en 2023, continúan atrayendo a inversores que huyen de rendimientos más bajos en otros lugares.
Las implicaciones son profundas: un dólar más débil podría elevar los costos de importación de EE.UU. e inflación, mientras fortalece las exportaciones. Para la economía global, podría diversificar el comercio pero arriesgar inestabilidad sin una transición suave. Como concluye Arends, "El dólar no va a ninguna parte pronto, pero la conversación ha cambiado para siempre."