Un hombre paralizado por un accidente de buceo ha utilizado un implante cerebral para controlar y sentir la mano de otra persona como si fuera la suya propia. La tecnología, desarrollada por investigadores en Nueva York, le permitió distinguir objetos por el tacto y ayudar a otra persona paralizada. Este avance podría ayudar en la rehabilitación y plantear preguntas éticas sobre el control remoto del cuerpo.
Keith Thomas, un hombre de unos 40 años, quedó paralizado desde el pecho hacia abajo tras un accidente de buceo en julio de 2020, lo que resultó en la pérdida completa de sensibilidad y movimiento en sus manos. En un estudio de 2023, investigadores del Instituto Feinstein de Investigación Médica en Nueva York implantaron cinco conjuntos de electrodos diminutos en las regiones del cerebro responsables del movimiento y la sensación de su mano derecha. Estos electrodos, conectados a un dispositivo fijo en el cráneo, capturaron la actividad neuronal, que un modelo de IA decodificó para estimular los músculos del antebrazo y proporcionar retroalimentación táctil a través de sensores de fuerza en su mano. Esto permitió a Thomas agarrar y sentir objetos mentalmente por primera vez en años.
Basándose en esto, el equipo extendió el sistema para permitir que Thomas controlara la mano de una mujer sin discapacidad. Ella llevaba electrodos en el antebrazo y sensores de fuerza en el pulgar y el dedo índice, pero no se movía voluntariamente. Al imaginar los movimientos de su propia mano, Thomas abría y cerraba la de ella. Con los ojos vendados, sintió los dedos de ella agarrando una pelota de béisbol, una pelota de espuma suave y una pelota más firme, distinguiendo su dureza con un 64 por ciento de precisión. "Definitivamente se siente extraño", dijo Thomas. "Eventualmente, te acostumbras."
Chad Bouton, el investigador principal, señaló que optimizar la colocación de los sensores podría mejorar la precisión y permitir la detección de formas. En otra prueba, Thomas ayudó a Kathy Denapoli, una mujer con parálisis parcial, a recoger y beber de una lata, tareas con las que ella luchaba sola. "En realidad fue bastante increíble, estás ayudando a alguien solo pensando en ello", comentó Thomas. Después de meses de colaboración, la fuerza de agarre de Denapoli casi se duplicó, y ambos encontraron la interacción más atractiva que las terapias en solitario.
Bouton planea ensayos con más participantes el próximo año y busca una aprobación médica más amplia en una década. Rob Tylor, un defensor paralizado de la Fundación Inspire, elogió el enfoque por mejorar la calidad de vida a través de experiencias compartidas, pero enfatizó la necesidad de emparejamientos compatibles. Éticamente, Bouton imagina usos no médicos como conexiones remotas, aunque expertos como Harith Akram advierten de riesgos, como daños no intencionales o mal uso criminal. El estudio aparece en medRxiv (DOI: 10.1101/2025.09.21.25336267).