Investigadores en Finlandia han descubierto que trasplantar bacterias intestinales de niños pequeños extrovertidos a ratas provoca un comportamiento más exploratorio en los animales. Esto sugiere que el microbioma puede influir en el desarrollo emocional en la primera infancia. El estudio resalta un posible vínculo intestino-cerebro a través de la dopamina.
Un equipo dirigido por Anna Aatsinki en la Universidad de Turku en Finlandia investigó cómo el microbioma intestinal podría moldear el temperamento. Evaluaron las personalidades de 27 niños de 2,5 años utilizando una evaluación estándar de temperamento y un ejercicio de juego con una pistola de burbujas. Esto identificó a 10 niños exuberantes y ocho inhibidos e introvertidos. De estos, los investigadores seleccionaron cuatro niños exuberantes y cuatro inhibidos —mitad niños y mitad niñas— y recolectaron muestras fecales.
Estas muestras, junto con controles, se trasplantaron en 53 ratas jóvenes de 22 o 23 días, cuyos intestinos habían sido limpiados. Las ratas luego se sometieron a pruebas de comportamiento en diversas situaciones. Aquellas que recibieron microbiomas de niños exuberantes mostraron un comportamiento exploratorio significativamente mayor en comparación con los controles o aquellas de niños inhibidos.
El análisis de tejido cerebral reveló que las ratas con trasplantes de niños inhibidos mostraron una actividad reducida en neuronas productoras de dopamina, una sustancia química asociada con la recompensa y la asunción de riesgos. "No podíamos estudiar realmente cosas como el trastorno de ansiedad en niños de 2 años, pero pensamos que podría haber diferencias de comportamiento que pudiéramos observar; si son, por ejemplo, inhibidos conductualmente versus muy extrovertidos y salientes," dice Aatsinki.
Harriët Schellekens en University College Cork en Irlanda, que no estuvo involucrada, elogia el trabajo: "Sugiere que nuestros microbios son participantes activos en el desarrollo emocional, no solo pasajeros pasivos." Agrega: "Este estudio muestra bellamente cómo el microbioma intestinal en la primera infancia puede ayudar a moldear tendencias conductuales," señalando una ruta intestino-cerebro que influye en la curiosidad y la motivación a través del sistema dopaminérgico.
Aatsinki advierte que la genética se correlaciona fuertemente con el temperamento adulto, aunque factores ambientales como el microbioma pueden afectar algunos comportamientos. Sigue sin aclararse si los microbios impulsan diferencias de personalidad o resultan de ellas, ya que los niños exuberantes podrían desarrollar microbiomas distintos a través de interacciones.
Los hallazgos se detallan en un preprint de bioRxiv (DOI: 10.1101/2025.10.10.681629).